En la jornada del viernes 19 de septiembre de 2014 se
escucharon los alegatos de tres querellas.
En primer lugar tomaron la palabra Verónica Bogliano,
Nicolás Tassara y Ramón Baibiene en representación de familiares de cinco
víctimas –Adrián Claudio Bogliano, Julio César Cagni, Elba Leonor Ramírez
Abella, María Seoane Toimil y Nora Liliana Silvestri-. Su acusación se dirigió
contra 13 imputados.
En el inicio de su exposición se refirieron a la
necesidad de tener en cuenta la verdad real de los hechos, una verdad que no
quede atrapada en los tecnicismos. Indicaron que, por ejemplo, los casos de
Arturo Baibiene y María Susana Leiva, unidos a los de Elba Leonor Ramírez
Abella y Adrián Claudio Bogliano, fueron separados por decisiones tomadas en
distintas instancias judiciales y, señalaron, que la justicia fragmentada no es
justicia.
Consideraron que “se
trató de una persecución dirigida a un grupo nacional determinado y definido
por las propias Fuerzas Armadas como subversivos”, describieron el circuito
que comenzaba con las tareas de inteligencia y terminaba con los distintos
métodos para borrar las huellas de los asesinatos e hicieron referencia a las
distintas fuerzas que participaron en La Cacha.
Hicieron especial hincapié en la acción psicológica y
la participación de los medios de comunicación en ella. Se refirieron en
particular al vínculo del diario El Día
con el Destacamento de Inteligencia 101, relación ampliamente reconocida por el
imputado Anselmo Pedro Palavezzati. Citaron una investigación de la Facultad de Periodismo y
Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata titulada Dictadura y producción de sentido: Diario El
Día y acción psicológica en el marco del genocidio. En este sentido,
reseñaron las noticias publicadas por aquel diario referidas al operativo de
secuestro y asesinato de la familia Baibiene-Ramírez Abella, así como el
editorial del 26 de marzo de 1976, que mostraba la total adhesión a la causa
genocida.
También se detuvieron en describir el impacto físico
y psicológico en el corto, mediano y largo plazo, evidenciado a través de
cientos de testimonios que detallaron padecimientos de todo tipo y secuelas
psicopatológicas. Víctimas de secuestro, familiares, allegados, todos hablaron
del quiebre de la vida cotidiana, del silencio como una forma de supervivencia,
de la ruptura de los lazos sociales, del sentimiento de culpa, de los mecanismos
de aislamiento.
La figura del desaparecido fue parte central del
alegato para plantear el pedido de modificación en la calificación de los
crímenes cometidos por los imputados. Afirmaron que
“fue la dictadura cívico
militar quien dirimió la significación del término desaparecido, que incluso
hasta el día de hoy sigue proyectando sus efectos. Esa significación hoy
queremos discutir. Hoy nosotros queremos resignificar el término desaparecido.
No se puede seguir pensando esta problemática desde el prisma impuesto por la
dictadura. Los desaparecidos no son una entelequia, que no están ni vivos ni
muertos, deambulando en el tiempo como fantasmas. Lo único que continúa en el
tiempo acechando como un fantasma fue el ocultamiento de su muerte,
garantizando la impunidad y haciendo que nosotros nos aferremos a esa idea
siniestra, a esa probabilidad irracional de su regreso. Este juicio es una
prueba irrefutable de que el término desaparecido impuesto por la dictadura aún
irradia su significante.”
En cuanto al punto de vista que la querella adopta
para plantear su acusación, manifestaron que
“En más de un escrito
aparece la frase “aún continúa desaparecido”. ¿Qué quiere significar esta
frase? ¿Qué o quién continúa desaparecido? ¿El sujeto? ¿La muerte? ¿O el
delito? En esta frase la persona desaparecida se confunde, se fusiona con el
delito ocultado. Este adverbio de tiempo –“aún”-, seguido del verbo “continuar”,
generan un laberinto en tiempo presente, amalgama la víctima con el delito
padecido. Desaparecido el cadáver no aparece el delito; los dos permanecen
fantasmales, flotando en algún lugar del tiempo y el espacio. Por eso creemos
que es fundamental que podamos romper con esta lógica y poner en palabras
claras la verdad de lo ocurrido en el centro clandestino de detención La Cacha.
“Porque tampoco la muerte de
las víctimas terminaba con el delito, ni el plan de exterminio terminaba en ese
momento. Luego de las muertes continuaba el plan sistemático, continuaba el
delito pergeñado. Ahí recién comenzaba la parte más oscura, más siniestra de
este plan. Luego de la muerte venía la eliminación de la muerte, su
ocultamiento, su negación. Claramente esta parte del delito estaba dirigida a
la sociedad entera; esta parte del plan sistemático de eliminación irradió el
miedo a la sociedad. Esto era un mensaje a la sociedad que no encontraba forma
de protección frente a estas conductas. Así las negativas en los cuarteles, en
las comisarías, los habeas corpus rechazados, desbarataban cualquier intento
por determinar qué había pasado con las personas secuestradas, reiterándose en
cada negativa el plan sistemático de eliminación.
“Es importante que podamos
romper esta lógica y separar las víctimas de los delitos y así ver con claridad
que las personas privadas de la libertad en el centro clandestino de detención La Cacha eran asesinadas y que
este hecho era ocultado. Esto es de vital importancia para la sociedad en su
conjunto. Este es el modo en el que debemos pensar la desaparición de personas,
así queda en evidencia que lo único que continuó en el tiempo fue la comisión
del delito, dándole sentido al plan sistemático de eliminación y proyectando
sus efectos sobre terceros. Para que dejen de estar las víctimas desaparecidas
tienen que aparecer sus muertes y, una vez que esas muertes salgan a la luz,
podremos atribuirle a sus autores la totalidad de la responsabilidad que les
cabe. En esto la justicia tiene un rol que no puede eludir.”
Después de referirse a cada caso particular,
detallando para cada uno los distintos delitos que no se juzgan aquí
–asesinato, rapiña, secuestro y torturas de otras víctimas allegadas-, pasaron
a la calificación legal de los hechos. Esta querella propuso que se condene a
los imputados por el delito de desaparición forzada de persona, agravada por el
homicidio de la víctima, en los cinco casos por los que querellan. También
incluyen el caso de Adrián Claudio Bogliano, cuyos restos fueron identificados
por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), ya que no están
acreditadas todas las circunstancias de su muerte y sólo se cuenta con una
hipótesis de lo sucedido.
Señalaron que no se puede pensar que a 37 años de los
hechos las víctimas permanezcan con vida; es claro que el asesinato se dio en
todos los casos y, por testimonios de sobrevivientes, se puede pensar que sus
muertes ocurrieron antes de que terminara el año 1977. Por ello pidieron al
tribunal que juzguen estos hechos basándose en la sana crítica, a fin de
considerar los homicidios sin la necesidad de contar con los restos de las
víctimas.
Adhirieron al planteo de la fiscalía en cuanto a la
calificación de los crímenes como genocidio y solicitaron que se condene a
Héctor Raúl Acuña, Rufino Batalla, Gustavo Adolfo Cacivio, Raúl Ricardo
Espinoza, Ricardo Armando Fernández, Claudio Raúl Grande, Emilio Alberto
Herrero Anzorena, Carlos del Señor Hidalgo Garzón, Isaac Crespín Miranda,
Anselmo Pedro Palavezzati, Luis Orlando Perea y Carlos María Romero Pavón a la
pena de prisión perpetua, más
accesorias legales y costas del proceso, como autores penalmente responsables de la desaparición forzada de persona, agravada por la muerte, de Adrián
Claudio Bogliano, Julio César Cagni, Elba Leonor Ramírez Abella, María Seoane
Toimil y Nora Liliana Silvestri.
Asimismo solicitaron que a Jaime Lamont Smart se lo condene como partícipe necesario de la desaparición
forzada agravada por la muerte de las mismas víctimas que los anteriores, a
la pena de prisión perpetua, más
accesorias legales y costas del proceso.
También solicitaron que, una vez dictadas las
condenas, se inicien los procesos correspondientes de baja por exoneración en
todos los casos, que se instruyan las investigaciones penales correspondientes
para evaluar el vínculo entre el diario El
Día y el Destacamento de Inteligencia 101 y la participación de la Marina y la Policía Federal en
La Cacha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario