Embarazadas

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jueves, 12 de junio de 2014

28° audiencia

La jornada del miércoles 4 de junio de 2014 comenzó con la declaración de Enriqueta Estela Barnes de Carlotto, madre de Laura Estela Carlotto.
Relató que el primer golpe en su familia ocurrió el 16 de septiembre de 1976 cuando secuestraron a María Claudia Falcone con otros compañeros de la escuela secundaria. María Claudia era la hermana del marido de una de sus hijas. Con ello dio comienzó la persecución a las familias Falcone y Carlotto.
Su hija Laura estudiaba el profesorado de Historia en la Universidad Nacional de La Plata y era conocida como Rita; su otra hija, Claudia, aún cursaba el secundario; ambas eran militantes.
Recordó que el lunes 1° de agosto Laura se iba a mudar del lugar en el que vivía con un matrimonio y sus hijos. Para ello le pidió prestada la camioneta de trabajo a su padre, Guido. Acordaron que la devolvería al terminar. Pero al ver que las horas pasaban y Laura no regresaba con la camioneta, Guido la dejó a Estela a cargo de la pinturería y se dirigió al domicilio de Laura para ver qué sucedía. Al llegar al lugar no encontró a nadie y vio todo destruido; cuando estaba por salir fue secuestrado.
Entonces Estela inició las gestiones para averiguar el paradero de su esposo; apeló a la iglesia, a politicos y finalmente logró una entrevista con Reynaldo Bignone en su casa de Castelar. Previamente, a través de un contacto con Patricio Errecalde Pueyrredón, le propusieron que a cambio de 40 millones de pesos de la época lo entregarían. Veinticinco días después Guido fue liberado en un baldío. Al regresar contó a su familia todo lo que sufrió y vivió durante su secuestro. Estela recordó que todos pensaban que había perdido la razón por las cosas que contaba, pero con el tiempo corroboraron que eran ciertas.
A partir del secuestro de Guido, Laura pasó a la clandestinidad. Se mudó a Capital Federal con un compañero y mantenía el contacto con su madre telefónicamente y por carta; se encontraba a veces con su padre en Capital. El último llamado que recibieron fue el 16 de noviembre de 1977; de esa fecha también fue su última carta. A partir de entonces supusieron que la habrían secuestrado.
Estela siguió los mismos pasos que con el secuestro de Guido; apeló a la iglesia, a los políticos y a Reynaldo Bignone. Se entrevistó con él en el Comando del Primer Cuerpo del Ejército; pero ahora el militar se encontraba desquiciado. Estela le pidió que juzgaran a su hija si había cometido algún delito; también pidió que le devolvieran sus restos para poder enterrarla si ya estaba muerta.
A través del mismo contacto con Patricio Errecalde Pueyrredón le pidieron dinero a cambio de la liberación de Laura; pagaron 150 millones de pesos, pero Laura no fue liberada. Tiempo después efectivos del Ejército al mando de Enrique Rospide ocuparon la casa y edificio de Estela y la interrogaron.
Estela recordó que no sabía que su hija estaba embarazada al momento de ser secuestrada. A fines de 1977 Estela Campos, una mujer vecina del barrio, se acercó al comercio de Guido y le contó que había permanecido secuestrada con Laura, quien estaba cursando entonces el sexto mes de embarazo y que le había dicho que si su hijo era varón lo llamaría Guido, como su padre, y que la familia debía ir a buscarlo a Casa Cuna en junio de 1978, fecha para la que esperaba el nacimiento.
Pasaron los meses y el 25 de agosto de 1978 recibieron un parte de la Comisaría 9na de La Plata citando urgentemente a los padres de Laura Carlotto en la Subcomisaría de Isidro Casanova. Estela recordó que fue un momento de mucha emoción; pensaron que tal vez su hija estuviera detenida allí con el niño, pero también pensaron lo peor. Se dirigieron allí su esposo, su hermano y ella. Al llegar, el comisario les exhibió el DNI de Laura en perfectas condiciones y les dijo que había fallecido. Estela perdió la templanza y los acusó de matarla y preguntó por el niño; le dijeron que no había ninguno. Les suministraron una partida de defunción en donde Laura aparecía como N.N.; además se dejaba constancia de que no había acatado la orden de detención, por lo que había sido acribillada en la Ruta 3 y Cristianía. Los padres retiraron el cuerpo y lo velaron con el cajón cerrado. Estela dijo que entonces tomó fuerza para seguir buscando a su nieto.
En 1980 se encontró con un grupo de elixiados refugiados en Brasil, quienes le dieron noticias sobre el cautiverio de Laura. Alcira Ríos y Luis Córdoba habían estado secuestrados con ella; Laura les relató el parto y se ocupó de que los guardias atendieran a Luis, que había sido muy torturado. Ambos vieron cómo Laura iba a ser liberada, según creían. Pero al entrevistarse con Estela supieron que Laura fue sacada de La Cacha para ser asesinada. También otras personas liberadas la vieron en La Cacha, como Elsa Campos y María Laura Bretal.
En 1985 el juez Hortel pidió la exhumación de los restos; con el equipo de antropólogos dirigido por Clyde Snow documentaron que se trató de un asesinato; Laura tenía un brazo quebrado, balas en la cabeza disparadas desde atrás y las marcas en la pelvis que correspondían al parto; también verificaron que había permanecido secuestrada un tiempo considerable por el deterioro de las piezas dentales. Estela recordó que presenciar la exhumación representó un duelo para ella que le dió más fuerzas para buscar a su nieto Guido.
En su declaración destacó su confianza en la justicia y apeló una vez más a los imputados, pidiéndoles que tengan el valor de decir en dónde están los niños que robaron.

A continuación declaró Norma Lidia Aquín, quien permaneció secuestrada en La Cacha durante 1978.
El 18 de julio de 1978 fue secuestrada de su casa; estaban presentes su pareja y sus hijos. Fue esposada e introducida en un auto y llevada a La Cacha. Allí se encontró con María Inés Paleo y otras personas. Pocas horas después escuchó que a su lado pateaban y golpeaban a su madre.
Recordó que durante cinco días la llevaron diariamente a ser interrogada bajo tortura a un sala ubicada en un lugar exterior al lugar en el que permanecía alojada. Permaneció un tiempo en el sótano y luego en la parte superior; también en un lugar que llamaban Cuevitas, en donde vio a Laura Carlotto, Rita, y María Cristina García, La Gringa.
El 25 de julio de 1978, el día del cumpleaños de su madre, la llevaron para que se despidiera de ella. Su madre salió en libertad entonces y cree que Antonio José Plaza pudo intervenir en las gestiones para liberarla. Norma permaneció en La Cacha; estaba embarazada de dos meses. Ese mismo día se descompensó y fue llevada a la U8, en donde permaneció más de una semana. Al regresar en los primeros días de agosto la alojaron en la cuevita de la planta baja con otras mujeres, algunas de ellas también embarazadas.
Durante su secuestro pudo conversar con Laura Carlotto, quien le contó que permanecía en una “casita” contigua al lugar en el que se realizaban los interrogatorios bajo tortura. Allí permanecía durante el día, pero a la noche dormía con el resto de los secuestrados. Le contó también que tuvo a su hijo en un hospital o clínica; la durmieron después del parto y le sacaron a su hijo, a quien llamó Guido. Le habían dicho además que lo entregarían a su madre; Laura estaba convencida de que la liberarían. El 24 de agosto se la llevaron junto a Carlos Luis Lahitte
Norma refirió las condiciones en las que permanecieron allí, la suciedad, la escasa y repulsiva comida, el frío.
Entre las personas secuestradas mencionó a María Inés Paleo, Néstor Arrúa, Carlos Luis Lahitte, Luis Córdoba, Laura Carlotto, María Cristina García, María Laura Bretal, Alcira Ríos, Alicia Cabrera, Luciano Gutiérrez.
Entre los guardias y torturadores mencionó a Palito, el Oso Acuña, el Marpla, Pablo, Daniel, Romo, Flores, Manuel Gordillo.
El 20 de octubre de 1978 fue liberada.
En el final de su declaración agradeció poder expresarse y poder hacerlo por todos los compañeros que quedaron en el camino.
Los delitos cometidos en perjuicio de Norma no se investigan en el presente juicio.

Luego fue el turno de María Inés Paleo, quien permaneció secuestrada en La Cacha durante 1978.
El 25 de julio de 1978 fue secuestrada de su domicilio con su marido e hijo de diez meses. De allí fueron trasladados en dos autos hasta la casa de Alejandro Enrique Gutiérrez, en donde le hicieron dejar a su hijo.
Luego su esposo, Alejandro y ella fueron llevados a la Comisaría 2da de La Plata, en donde fueron torturados y por la mañana temprano fueron trasladados a La Cacha, cuando cambiaba la guardia del lugar.
Al ingresar los autos en el predio, María Inés pudo escuchar que daban una contraseña para que les permitieran el acceso. Ella fue alojada en una habitación con otras mujeres, entre las que estaba Laura Carlotto, a quien conoció como Rita.
Al día siguiente fue torturada y luego fue alojada en el sótano.
Con Laura pudo conversar en varias oportunidades. A veces aquella servía la comida, llevaba a las secuestradas al baño y las ayudaba a bañarse. También se le permitía salir al exterior a colgar ropa de los secuestrados. A través de ella supo que estaba en La Cacha y que se encontraba cerca de Olmos. También le contó que estaba allí desde hacía ocho o nueve meses atrás y que había dado a luz a su hijo en un hospital. Le había dicho que entregarían al niño a la familia por medio de Casa Cuna y que más adelante la liberarían. Un guardia del ejército apodado Villa era el que se ocupaba de controlar a Laura.
Entre las personas secuestradas mencionó a Laura Carlotto, María Cristina García, Alejandro Enrique Gutiérrez, Alcira Ríos, Carlos Rivero, Luis Córdoba, María Laura Bretal, Norma Lidia Aquín, Néstor Arrúa, Carlos Luis Lahitte.
Entre los guardias y torturadores mencionó a Romo, Eduardo, Villa, Don Otto, Don Ricardo, Roberto, Kojak, Daniel (II), dos o tres personas apodadas Carlitos, Marpla, Tarzán, Gustavo, Pablo, Sabino, Palito. Como responsable de La Cacha mencionó a Daniel (I).
El 15 de agosto de 1978 fue liberada con su marido. Varios días antes se lo habían anunciado. Pudo despedirse de otros secuestrados, entre ellos de Laura.
Después de ser liberada, María Inés confeccionó un esquema del lugar con su marido. Entre 1985 y 1986 lo pudieron corroborar con otra persona liberada, María Laura Bretal. En su declaración María Inés se refirió detalladamente a las características edilicias de La Cacha.
Al finalizar agradeció poder declarar y pidió que se haga justicia por Laura y por todos los que no fueron liberados, una herida que siempre lleva.
Los delitos cometidos en perjuicio de María Inés no se investigan en el presente juicio.

A continuación declaró María Maitena Barrenese, hermana de Octavio Alcides Barrenese.
Octavio era veterinario y docente; vivía en la zona rural de Magdalena. Estaba en pareja con Dora Esther Franzosi y militaba en la JP. Le decían El Vasco, por su apellido.
El 12 de agosto de 1977 pasó por la casa de su hermana en La Plata, para avisarle que al día siguiente se encontrarían en Magdalena.
Al día siguiente María Maitena se dirigió hacia allí. Mientras estaba en viaje en el colectivo, vió vehículos militares en la ruta. Poco después de llegar a casa de sus padres, un trabajador les informó que personas del ejército habían entrado en el campo en el que vivía su hermano y que habían destruido todo en la casa. Su padre y ella se acercaron al lugar y comprobaron que la habían saqueado. Su hermano, a quien esperaban, no aparecía.
Inmediatamente comenzaron las gestiones para dar con él. Recorrieron dependencias militares de la zona, recurrieron a la iglesia, a la Cruz Roja, a Ibérico Manuel Saint Jean, a quien su padre conocía desde la época en que fue intendente de Magdalena; pero no obtuvieron ninguna respuesta.
Tiempo después supo que su hermano fue secuestrado de la casa de Adrián Claudio Bogliano y María Susana Leiva en Villa Elisa y fue llevado a La Cacha. También secuestraron a Dora, su pareja.
Relató además que a través del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) obtuvieron datos sobre sus restos y los recuperaron; estaban en el Cementerio de La Plata como N.N.

En último lugar declaró José Atilio Milanta, padre de Patricia Elsa Marta Milanta.
Relató que una noche de marzo de 1977 tres hombres con uniforme policial irrumpieron en su casa y secuestraron a su hija.
Patricia le contó que durante su secuestro no fue torturada físicamente. También que al ingresar en aquel lugar, que luego supieron que era La Cacha, un hombre le preguntó su nombre; al decirlo aquel exclamó “es prima mía”. Tiempo después sabría que se trataba del “Teniente Cacivio”.
José Atilio explicó que el padre de Cacivio se encontraba casado con una prima suya, Dora Camoti Milanta.
Meses después, en septiembre u octubre de 1977, un tal comisario Acosta se comunicó con él telefónicamente. Lo citó en la comisaría y le dijo que su hija, que estaba allí, sería dejada en libertad. Al día siguiente el mismo Acosta la llevaría a su casa.
José Atilio no pudo precisar si se trataba de la Comisaría 8va o 9na de La Plata. También detalló que conocía al comisario desde años atrás, ya que le había devuelto ciertos artículos domésticos embargados por falta de pago.
Recordó que su hija estaba muy mal después del secuestro y enumeró las gestiones que realizó ante ministerios, la Jefatura de Policía y los tribunales platenses. También que la ausencia de su hija fue un gran dolor para la familia.
Manifestó que en la Escuela de Policía Juan Vucetich, en donde dio clases durante muchos años, reconoció a uno de los hombres que participó en el secuestro de su hija, pero que nunca averiguó su nombre ni radicó la denuncia correspondiente.


El abogado defensor de Miguel Osvaldo Etchecolatz, Martín Adrogué, informó que el imputado quería ampliar su declaración indagatoria. El tribunal dejó pendiente la decisión para la próxima audiencia que fue convocada para el viernes 6 de junio a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Teresa Calderoni, Solange Surai Bertoldi Real, Fátima Cristal, Mirta Graciela Delgado, Enrique Esteban Lyde, Carmen Graciela Delgado y Marta Rumbo.

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