Embarazadas

Embarazadas

viernes, 28 de febrero de 2014

9° audiencia


En la audiencia del viernes 28 de febrero de 2014 se escucharon seis declaraciones.

En primer lugar declaró Verónica Bogliano, hija de Adrián Claudio Bogliano y de María Susana Leiva e integrante de una de las querellas en este juicio.
Se refirió a las circunstancias que rodearon el secuestro de Adrián y María Susana, la búsqueda de años por saber lo que pasó con ellos y la identificación de los restos de su padre.
Relató que la noche del 12 de agosto de 1977 en su casa de Villa Elisa estaban su madre, su hermana Laura y ella. María Susana cocinaba para festejar al día siguiente el cumpleaños de Verónica. Esa noche llegó un grupo de hombres vestidos de civil, armados, llevando a Dora Esther Franzosi. Parte del grupo entró en la casa, otros se quedaron fuera. Poco más tarde llegaron Adrián y Octavio Alcides Barrenese, El Vasco, marido de Dora. Los cuatro adultos fueron secuestrados, según pudieron ver los vecinos.
Cerca de las 3 de la madrugada un grupo de hombres con vestimenta militar las dejó a ella y su hermana en casa de su abuela materna, quien pudo ver que estaba presente María Susana. Ella sólo alcanzó a decirle que no se preocupara y que avisara que al día siguiente no podría ir a trabajar. María Susana trabajaba en el Edificio Libertad, sede de la Armada Argentina. Verónica recordó que en su legajo figura la cesantía por ausencia. Indicó además que su padre fue delegado de ATE del Centro Único de Procesamiento de Datos (CUPED), lo que ahora es el ANSES y militaba en Montoneros.
Ya el año anterior un hermano de Dora había sido asesinado, Elvio Fernando Franzosi,  en un operativo del 16 de noviembre de 1976, en el que el aquí imputado Miguel Ángel Amigo resultó herido. Por otra parte, su tío paterno, Jorge Eduardo Bogliano, militante de Montoneros, fue secuestrado también en 1977.
Al día siguiente comenzaron las gestiones para dar con el paradero de María Susana. Fueron a la Comisaría de Villa Elisa para radicar la denuncia correspondiente. En aquel lugar vieron un documento firmado por un tal Fontana en el que se indicaba que la zona había sido liberada.
Una semana después la casa fue saqueada; Verónica destacó que entre todo lo que robaron se llevaron también los recuerdos de sus padres, las fotos de su infancia con ellos.
Entre otras gestiones, su abuela se contactó con Emilio Eduardo Massera, a quien conocía. No obtuvo respuesta.
Muchos años pasaron y Verónica se entrevistó con Marcela Mónica Quintella, quien permaneció secuestrada en La Cacha. Ella pudo confirmar que su padre estuvo también allí. Lo vio a su lado, muy golpeado y preocupado por sus hijas, pues no sabía lo que había sucedido con ellas después del operativo. También en La Cacha estaba Octavio Barrenese. Por otra parte, Ernesto Carlos Otahal, quien permaneció en La Cacha, dijo que el 22 de septiembre de 1977 hicieron bañar a muchos secuestrados; entre los secuestrados que fueron sacados de allí ese día estaban los padres de Verónica. Él fue liberado al día siguiente.
Luego recordó que mientras trabajaba en la Comisión Provincial por la Memoria entró en contacto con la familia Bojorge, quienes habían tramitado una serie de exhumaciones en el Cementerio de La Plata, sospechando que entre esos restos sin identificar se encontraban los de Stella Maris Bojorge. A partir de algunos datos coincidentes con lo que había investigado sobre lo sucedido con sus padres, Verónica pensó que en aquel grupo podrían encontrarse también los restos de Adrián y María Susana.
En mayo de 2008 le informaron que su madre había sido identificada y más de un año después, en noviembre de 2009, confirmaron la identificación de los restos de su padre. En agosto de 2010 la familia pudo finalmente enterrarlos juntos.
El conjunto de restos exhumados correspondían a Octavio Alcides Barrenese, Adrián Claudio Bogliano, César San Emeterio, Stella Maris Bojorge, María Susana Leiva, María Ilda Delgadillo; quedan por identificar los restos de una mujer -tal vez sea Dora Ester Franzosi, pero no hay muestras de la familia para identificarla- y un hombre.
Verónica recordó que, según el criterio seguido en la causa, su madre no está incluida en este juicio como víctima, ya que hasta el momento no fue mencionada por ningún liberado; sin embargo, todo indicaría que siguió el mismo recorrido que Adrián y Octavio.

En segundo lugar declaró Inés Seoane Toimil, hermana de María Seoane Toimil.
Se refirió a la militancia de su hermana, su secuestro y las gestiones que realizaron para dar con su paradero.
María había comenzado su militancia barrial en una unidad básica, lugar que fue incendiado en 1974 por el Comando de Organización, CdeO. Luego, como otros estudiantes de Psicología, fue amenazada por Concentración Nacional Universitaria, CNU. María militaba en la JUP y Montoneros y era conocida como La Gallega.
El 12 de mayo de 1977 después de medianoche la familia se despertó con ráfagas de armas de fuego y el llamado por altavoces del apellido Seoane, obligándolos a salir de la casa. Al salir a abrir el portón, Inés vio entre 10 y 15 hombres apostados en las casas vecinas, armados, disfrazados y con el rostro tapado.
Al ingresar en la casa, interrogaron a su hermana en el dormitorio y a ella en la cocina. Les preguntaban por distintas personas, entre ellas por Miguel Ángel Soria, hermano del novio de su hermana, Rubén Soria. Más tarde se llevaron a María en camisón y descalza en un auto.
Pronto se contactaron con el jefe de María en la Petroquímica Mosconi y al día siguiente presentaron un hábeas corpus. Siguieron las indagaciones entre personal militar; días después les dijeron que estaba viva. Más adelante les recomendaron que no averiguaran más.
La familia continuó vigilada por un tiempo; en el barrio personas sin identificación preguntaban por sus actividades. Tiempo después un hombre de mediana edad se presentó y les aseguró que María seguía con vida, pero se negó a dar más detalles.
En agosto de 1977, tres meses después del secuestro, un compañero de trabajo, atemorizado, le contó que un amigo suyo había aparecido en una comisaría y decía haber visto en un lugar clandestino cercano a La Plata a María, secuestrada con otras personas. Se trataba de Alberto Omar Diessler.
Inés cerró su declaración leyendo un poema que su madre escribió en 1981, Las sombras.

A continuación declaró Ramón Baibiene, hijo de Arturo Baibiene y de Elba Leonor Ramírez Abella.
Se refirió detalladamente a las circunstancias que rodearon el secuestro de su madre y el asesinato de su padre y la búsqueda que siguieron para saber qué paso con ellos.
Relató que el 26 de abril de 1977 se encontraban en su casa de Berisso su madre, su hermana Leticia de 3 años y medio y él, de un año. Por la mañana temprano un grupo de hombres ingresaron en la casa violentamente y golpearon a su madre; los vecinos vieron cómo la sacaban envuelta en una sábana. Según el testimonio de éstos sabe que se la llevaron en un auto con otra mujer, Liliana Pizá.
En el año 2007, al conmemorarse 30 años de ese episodio, realizaron un homenaje en el barrio. Fue entonces que pudieron conocer lo que habían visto los vecinos. Éstos indicaron que después de llevarse a Elba algunos hombres permanecieron en la casa. Al mediodía Alberto Paira se dirigió al lugar; fue reconocido por quienes estaban agazapados y al darle la voz de alto, Alberto escapó. Cerca de allí lo asesinaron y dejaron su cuerpo durante horas en la calle.
Los vecinos recordaban también que alrededor de las 17:00 su padre se dirigía hacia la casa, pero al ver movimientos extraños en los alrededores intentó alejarse. Un vecino de apellido Taborda, miembro de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, lo identificó. Arturó trató de huir, pero fue herido en un terreno baldío cercano. Lo subieron a una camioneta, lo llevaron a su casa y lo interrogaron. Después de un tiempo los vecinos escucharon un disparo.
Este hecho salió publicado en los medios de la época, ocultando que cerca de treinta hombres ingresaron en su casa, le pegaron a su madre y separaron a los dos niños de la familia.
Ramón también contó que muchos años después, en 1999, leyó en un artículo publicado por el Diario Clarín que los restos de su padre habían sido identificados en un grupo de exhumaciones realizadas en el Cementerio de La Plata. A partir de esto, se pusieron en contacto con las personas liberadas de La Cacha que vieron a su madre. Se entrevistaron con Patricia Rolli, quien conoció a su madre como Bichi, apodo cariñoso que le había puesto su padre. Patricia les entregó un arito que su madre le había dado con la promesa de darlo a sus hijos si sobrevivía. A través de Héctor Javier Quinterno supieron que Elba apoyaba a sus compañeros aún en las terribles condiciones en las que estaban secuestrados.
En cuanto a su padre, saben que fue enterrado en el Cementerio de La Plata y que luego sus restos fueron depositados en el osario común. En los libros de la morgue encontraron dos entradas que podrían corresponder a la de su padre y la de Alberto Paira.

Luego declaró Leticia Baibiene, hija de Arturo Baibiene y de Elba Leonor Ramírez Abella.
Como su hermano, se refirió al operativo en que secuestraron a su madre y asesinaron a su padre y relató algunos de sus recuerdos sobre el hecho. Recordó que golpearon fuertemente la puerta de su casa y entraron muchos hombres; algunos de ellos les apuntaban y otros avanzaban hacia su madre. Preguntaron por su padre, le pegaron a Elba, insistieron en preguntar por su padre. La imagen que perduró en su memoria es la de su mamá rodeada y un patio de baldosas blancas y negras.
Relató también lo que sucedió con ella y su hermano después del operativo. Ambos fueron dejados con vecinos y horas más tarde una señora se presentó diciendo ser la abuela de los niños y se los llevó. Su familia recién tomó conocimiento de lo ocurrido a través de las noticias mendaces publicadas en los medios de la época. Su tío abuelo concurrió a la Comisaría de Berisso para averiguar por Ramón y Leticia y logró que después de cuatro o cinco días se los entregaran. Leticia decía que no quería irse sin su primita, una beba de 6 meses; se trataba de la hija de Alberto Paira y Liliana Pizá, Julia. Así la familia pudo recuperar a la pequeña tiempo después.
Explicó que sus padres militaban en Montoneros como Lía y Ernesto y que la persecución política golpeó duramente a toda la familia. En febrero de 1977 habían secuestrado al cuñado de su tía, Eduardo Cassataro, y a su esposa, Elba Arteta Fernández. A partir de ese hecho la familia se sintió alertada; dejaron de visitarse, de llamarse por teléfono; mantenían su domicilio en secreto. En abril secuestraron a su madre y asesinaron a su padre. En diciembre de ese año fueron secuestrados su tía, Alicia Beatriz Ramírez Abella, y su marido, Héctor Daniel Cassataro, y una prima de su madre, María Nélida Ramírez Abella, y su marido, Osvaldo Nereo Depratti.
Leticia también rememoró los distintos momentos de la investigación que realizaron durante años para saber qué había sucedido con sus padres. Se entrevistaron con familiares, con vecinos, con personas liberadas de La Cacha. Conocieron a María Silvia Bucci, Patricia Nora Rolli, Héctor Javier Quinterno. Todos les contaron cómo fueron los últimos días de sus padres. Patricia además les dijo que alguien de la guardia les comunicó que habían asesinado a Arturo y que ella y su hermano habían sido entregados a la familia.
Hay que recordar que en este juicio sólo se investiga la responsabilidad por los delitos de imposición de tormentos y privación ilegal de la libertad en perjuicio de Elba.

En quinto lugar declaró Laura Bogliano, hija de Adrián Claudio Bogliano y de María Susana Leiva.
Laura complementó las declaraciones de su hermana. Se refirió a la militancia de sus padres, su compromiso y solidaridad. También evocó el miedo entre los vecinos el día del secuestro y los datos que obtuvieron sobre sus padres a partir de personas liberadas que estuvieron secuestradas en La Cacha.
Evocó también los años en que esperaba que regresaran en cada cumpleaños, los silencios, el no poder ser escuchada su historia. También manifestó su agradecimiento por la realización de los juicios y valoró la tarea de su hermana como querellante en los juicios por crímenes cometidos durante la última dictadura.

Por último, declaró Camilo Nahuel Cagni, hijo de Julio César Cagni y Nora Adriana Silvestri.
Sus padres fueron secuestrados en la madrugada del 22 de junio de 1977, cuando él tenía cuatro meses de vida. Hombres armados, vestidos de civil ingresaron en su casa y después de una hora se llevaron a Julio y Nora. Sus abuelos maternos permanecieron en las habitaciones hasta que dejaron de escuchar ruidos.
Recordó que su padre militaba en la Juventud Guevarista, el sector estudiantil del PRT-ERP.
Un año después, María Elvira Luis le comunicó a su abuela materna que habría visto a Julio y Nora secuestrados en La Cacha. Les hizo saber que estaban juntos y que pensaban siempre en su hijo Camilo. Sus padres también fueron vistos por María Silvia Bucci.
Con los años se sucedieron las gestiones para averiguar qué había pasado con sus padres, habeas corpus, denuncias. Sus abuelos además fueron víctimas de extorsión; un hombre vestido de civil concurría a la casa ofreciéndoles información a cambio de dinero.

Recordó además la tristeza y desesperación que la desaparición de Julio y Nora llevó a la vida de sus abuelos, quienes con mucho esfuerzo lo criaron mientras esperaban en vano a sus hijos.

miércoles, 26 de febrero de 2014

8° audiencia

En la audiencia del miércoles 26 de febrero de 2014 se escucharon tres declaraciones.

En primer lugar declaró por teleconferencia Carlota Ayub Larrouse de Quesada, madre de Graciela Irene Quesada, militante de Montoneros.
Recordó que su hija fue secuestrada en La Plata el 17 de marzo de 1977. Supo del secuestro de Graciela cuando su otra hija, Ana, llegó a España en donde ella estaba exiliada desde junio de 1976. Sus dos nietos, Julia y Mariano, fueron recuperados por los abuelos paternos.
Luis Bearzi, el marido de Graciela, había sido asesinado en noviembre de 1976. Sus padres, Vicente Bearzi y Beatriz Poggio, vivían en la calle 55, frente al Destacamento 101 de Inteligencia del Ejército. A través de ellos tuvo noticias sobre Graciela; meses después de su secuestro aún seguía viva. En una oportunidad la vieron bajar de un auto y dirigirse, acompañada por otras personas, al Destacamento. Entonces sus hijos pudieron saludarla y estar un rato con ella.
Más adelante, supo a través de cartas que los padres de Luis le enviaban que Graciela pudo visitar la casa de sus suegros acompañada por un hombre de apellido Acuña, aunque no sabe si era ficticio.
Recordó además que su consuegro se presentó en el Destacamento para obtener alguna información sobre Graciela. Allí le dijeron que dejara de preguntar; cree recordar que quien lo atendió fue un hombre de apellido Perea. También señaló que Ramón Camps le pidió a Suárez Mason su consentimiento para que un grupo de personas secuestradas saliera del país; entre ellas estaba su hija.
Sobre el embarazo de Graciela tuvo noticias también a través de cartas. En una de las oportunidades en que sus consuegros la vieron, Graciela se encontraba un poco más gorda, tenía los pies hinchados. Vicente era obstetra y calculó que se encontraba embarazada de cinco meses.
También recordó una entrevista que tuvo con Patricia Pérez Catán en Ginebra. En ella Patricia le contó que había conocido a su hija en La Cacha como Marina y recordaba su acento mendocino. Otras noticias sobre su hija las obtuvo a través de Patricia Rolli y José Luis Cavalieri.
Se refirió además a las innumerables gestiones en el ámbito nacional e internacional llevadas adelante para saber lo que sucedió con Graciela y su nieto que debía nacer en enero de 1978.

En segundo término declaró por teleconferencia Ana Aceli Quesada Ayub, hermana de Graciela Irene Quesada.
Se refirió al impacto de la represión en su familia: su hermana desapareció, su otro cuñado y su esposa, Graciela Moreno, también.
Ella y su hermana militaban en Montoneros. En 1976 había resuelto exiliarse en España, en donde ya estaba su madre, pero cuando asesinaron a su cuñado, Luis Bearzi, decidió quedarse con Graciela y ayudarla con sus dos pequeños sobrinos. Durante un tiempo mantuvo el contacto con ella, pero no sabía en dónde vivía.
Su ex marido visitaba a la familia Bearzi y a través de ellos supo que su hermana había sido secuestrada, ya que alguien les había avisado que debían buscar a los niños. Diez días después del secuestro de Graciela, el 27 de marzo de 1977, Ana llegó a España; había dado a luz poco tiempo antes.
Como su madre también tuvo noticias de Graciela a través de las cartas que la familia Bearzi les enviaban. Pero también recibieron tres cartas de su hermana, fechadas el 13 de abril de 1977, el 30 de mayo de 1977 y el 27 de junio de 1977. Dos de ellas estaban dirigidas a sus padres; una, a ella. Piensa que su hermana fue obligada a escribir las cosas que escribió; cree que estaba sumamente controlada.
Señaló que la última noticia que tuvieron de Graciela fue en diciembre de 1977; le habían dicho a la familia Bearzi que su hermana podría salir del país.

Finalmente, declaró María Julia Bearzi, hija de Luis Bearzi y Graciela Quesada.
Se refirió a los estudios, trabajo y militancia de sus padres. Luis, estudiante avanzado de medicina, trabajaba en el Hospital de Gonnet y Graciela estudiaba antropología. Ambos militaron en la JUP y luego en Montoneros.
Refirió que su padre fue asesinado el 9 de noviembre de 1976 en Tolosa con otro compañero, Marcelo Bettini. Sus abuelos paternos pudieron recuperar sus restos por las gestiones de Antonio Bettini y Jorge Devoto. Indicó que así pudieron velarlo y enterrarlo según sus creencias. Su padre había sido enterrado como N.N. y la documentación que certificaba su muerte contenía datos falsos.
Luego explicó que su madre fue secuestrada cuatro meses después, en marzo de 1977; muchos años pasaron hasta que tuvieron la certeza de que permaneció en La Cacha. Recordó los nombres de Patricia Pérez Catán y Juan Carlos Guarino como liberados que dieron noticias sobre ella. Señaló que su madre los dejó en algún lugar antes de ser secuestrada. A través de un llamado anónimo sus abuelos paternos lograron dar con ella y su hermano Mariano.
También rememoró los encuentros que tuvieron con Graciela durante su secuestro. En el mes de junio de 1977 llamó por teléfono a casa de sus suegros por el cumpleaños de Mariano. En aquel tiempo también recibieron cartas de Graciela. Recordó que en una oportunidad su abuela, Beatriz Poggio, iba con ella y Mariano por la calle y vio salir a Graciela del Destacamento 101 de Inteligencia del Ejército, ubicado frente a su casa. Su madre pidió permiso para saludarlos; ante las preguntas de Beatriz sobre dónde estaba sólo contestó que no preguntara nada.
También mencionó un llamado que recibieron en el que aseguraban que Graciela saldría del país; para ello necesitarían entregar cierta documentación –el certificado de defunción de Luis Bearzi, el certificado de matrimonio-. Poco después una persona se presentó ante su abuela paterna y se llevó los papeles.
El último encuentro que tuvieron con ella fue para el 15 de noviembre de 1977, el día en que Julia cumplía dos años. Su madre fue a la casa de la familia Bearzi vigilada por dos tenientes vestidos de civil, de apellidos Aguirre y Ocampos. Fue entonces que Vicente Bearzi observó que estaba embarazada, tal vez de cuatro o cinco meses.

Hay que recordar en la causa Circuito Camps, cuya sentencia se dictó a fines de 2012, se trataron los delitos de aplicación de tormentos y privación ilegal de la libertad en la Brigada de Investigaciones de La Plata en perjuicio de Graciela Irene Quesada.
En la presente causa se investiga la responsabilidad de catorce de los imputados en esos mismos delitos cometidos en perjuicio de Graciela en La Cacha. En esta causa no se investiga la responsabilidad por la apropiacion del hijo de Graciela.

En último lugar, se le tomó declaración indagatoria a Jaime Lamont Smart. En la segunda audiencia del miércoles 5 de febrero de 2014, el que fue Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires durante la última dictadura ya había expresado algunas ideas relativas a la historia y la política argentina.
En esta oportunidad, el ex funcionario se refirió fundamentalmente a cuestiones relativas a su vinculación con Samuel Miara y la apropiación de los hijos de Juan Enrique Reggiardo y María Rosa Tolosa, secuestrados en La Cacha.
Haciendo referencia a las declaraciones de Eduardo Tolosa, intentó aclarar su relación con el policía. Indicó que accedió a ejercer la defensa de aquel cuando estaba en Paraguay, prófugo de la justicia argentina, por pedido de un ex alumno suyo y camarada de Miara; asumió su defensa sin importarle cuál fuera su situación económica.
Por otra parte, refiriéndose a la causa que se tramitaba para restituir a los niños a su familia, consideró que fue buena la actuación de los jueces Miguel Pons y Ricardo Wechsler, pero que el juez Jorge Ballesteros estuvo mal al otorgarle la guarda al tío de los niños.
También se manifestó a favor de la conducta de Samuel Miara y Beatriz Castillo y dijo entender que la relación con ambos no puede rectificarse nunca; también interpretó que las acciones de la familia por restablecer el vínculo que fue cortado con la apropiación fueron parte de un plan de lavado de cerebro.
Además recordó episodios relacionados con la manipulación mediática de la historia de las familias Reggiardo Tolosa, en los que participó, entre otros, Bernardo Neustadt.

Nuevamente volcó ciertas opiniones sobre el pasado y el presente de Argentina, que no aportan nada a la investigación sobre los hechos evaluados en la presente causa.

martes, 25 de febrero de 2014

Mañana declarará la Abuela Carlota Ayub de Quesada en el juicio por el CCD La Cacha

Abuelas de Plaza de Mayo informa que mañana, miércoles 26 de febrero, declarará por teleconferencia la Abuela Carlota Ayub de Quesada en el juicio por los crímenes cometidos en el CCD La Cacha durante el año 1977, que comprende a 135 víctimas, entre ellas siete embarazadas.
Desde las 10, el Tribunal Oral Federal Número 1 de La Plata tomará testimonios por la desaparición de la embarazada Graciela Irene Quesada. En primer lugar, declarará por teleconferencia Ana Araceli Quesada Ayub, hermana de Graciela; luego lo hará su madre, Carlota; y, por último Julia Bearzi, hija de Graciela.
Durante la audiencia también se prevé que preste testimonio Esteban Alejandro Vera, médico pediatra de los mellizos Matías y Gonzalo Reggiardo Tolossa en la Unidad 8 de la Cárcel de Olmos.

El caso
Graciela nació en San Rafael, Mendoza, el 26 de septiembre de 1952. Junto a su compañero Luis Bearzi tuvo dos hijos, Mariano y Julia. Luis fue asesinado el 9 de noviembre de 1976.
Guillermo García Cano nació el 9 de febrero de 1943 en La Plata. Tuvo tres hijos con parejas anteriores. Graciela y Guillermo militaban en la organización Montoneros. Él fue secuestrado el 20 de noviembre de 1976 en la capital bonaerense y permaneció detenido en la Brigada de Investigaciones de La Plata y en “La Cacha”. Graciela fue secuestrada el 17 de marzo de 1977, en la misma ciudad. Por diversos testimonios pudo saberse que permaneció detenida en la Brigada de Investigaciones de La Plata, en la Comisaría 5° y en “La Cacha”, y que se encontraba embarazada. La pareja y el niño o niña que debió nacer en enero de 1978 continúan desaparecidos.

El juicio
Este proceso incluye tres causas con 21 imputados. Entre los casos que se juzgan figuran los de las embarazadas desaparecidas Graciela Quesada, Laura Carlotto, Olga Casado, María Elena Corvalán, María Rosa Tolosa de Reggiardo y Cristina Lucía Marrocco de Picardi. También, los casos de la embarazada liberada Elsa Mattía y de Ana María Caracoche, madre de los nietos restituidos Felipe y María Eugenia Gatica Caracoche.
Las audiencias se desarrollan los miércoles y viernes en la sala de la ex Amia (Calle 4, entre 51 y 53, La Plata) y se transmiten por medio del portal del Centro de Información Judicial de la Corte Suprema de Justicia (www.cij.gov.ar). Para más información, visitar www.juicioporlacacha.blogspot.com
Esperamos que participen de las audiencias y nos ayuden a difundir esta gacetilla para alcanzar justicia para nuestros hijos e hijas desaparecidas y nuestros nietos y nietas apropiados.



lunes, 24 de febrero de 2014

Gonzalo Reggiardo Tolosa: “Este es un día bisagra en la historia de mi vida”

(Por Laureano Barrera - Infojus)

Eran las ocho y cuarto de la noche. La audiencia en la sala de la ex Amia donde se lleva a cabo el juicio por los crímenes en La Cacha había sido extenuante: no sólo por lo extensa, sino por la carga emocional. Habían declarado Adelina de Alaye –madre de Plaza de Mayo de La Plata-, Eduardo Tolosa y sus dos sobrinos, los mellizos Matías y Gonzalo Reggiardo Tolosa. El testimonio de Gonzalo llegaba a su fin.
- ¿Puedo decir unas últimas palabras?
- Por supuesto- concedió el presidente del tribunal, Carlos Rozanski.
- No voy a decir nada relativo a lo jurídico. Dejaré que nuestro sistema republicano haga justicia, pero quería trasmitir que en mi fe cristiana imploro a Dios que le dé a usted la sabiduría más magnánima que necesita un magistrado para impartir justicia. De más está decir que espero justicia por mi padres. Este es un día bisagra en la historia de mi vida.
En la sala flotó un aplauso interminable. El mellizo se paró, enfundado en su traje verde ceñido, y le dio la mano, uno por uno, a los abogados defensores y a los jueces del Tribunal Oral N° 1 de La Plata. Inclusive a Jaime Lamont Smart, que estaba sentado en una segunda fila de las defensas –ejerce la propia en este juicio- y había sido durante un tiempo el abogado de Samuel Miara, el policía federal que los apropió.

La primera declaración en un juicio oral de los mellizos Matías y Gonzalo Reggiardo Tolosa, nietos restituidos en 1993 por Abuelas de Plaza de Mayo por vía judicial, había comenzado unas tres horas antes, con la respuesta de Matías a la pregunta de si se sentían víctimas, ellos y su familia, de la última dictadura.
- Por supuesto –respondió sin titubeos el primero de los mellizos en prestar declaración-. Mis padres fueron secuestrados, desaparecidos, torturados por la última dictadura militar. Yo nací en la enfermería del penal de Olmos, que se encontraba al lado del centro clandestino de detención.
Matías Reggiardo Tolosa subió al estrado pasadas las cinco de la tarde, de pantalón caqui y chomba blanca. Con voz pausada, pero con mucha claridad, respondió las preguntas de los jueces, el fiscal, los abogados defensores y las querellas.
- ¿Cuándo te enteraste de tu verdadera identidad?
- Yo me enteré en el año 92, o a fines de 1991, cuando se conocieron los resultados de los exámenes de histocompatibilidad.

Los primeros indicios habían aparecido casi diez años antes. Una parte de la familia de Beatriz Castillo, la apropiadora y esposa del policía federal Samuel Miara, era humilde y peronista. Su padre y algunos hermanos no aprobaban su relación con el hombre que durante las reuniones familiares se jactaba de su compromiso en “la lucha contra la subversión”. A fines de la década del 80, Castillo perdió un embarazo. Los Miara aprovecharon esa circunstancia, se fueron de su casa un tiempo y volvieron de un viaje a Mar del Plata con los mellizos. Eso generó un gran revuelo en la familia Castillo, porque muchos de ellos conocían los problemas de fertilidad de Beatriz, y los mellizos no se parecían en nada a sus supuestos padres. Una prima fue quien finalmente le transmitió sus sospechas a las Abuelas.
En 1986, cuando Miara supo que lo estaban investigando, escapó a Paraguay, a pesar de las advertencias de Abuelas al juez Miguel Pons de que podía suceder. “Nos llevaron en un vuelo ilegal, no declarado, nos bajaron en Iguazú y nos cruzaron en auto a Paraguay. Miara tenía contactos con la dictadura de Stroessner”, relató ayer Matías.
En la huída, Miara quemó gran parte de los buenos ahorros que había hecho como comerciante después de la dictadura, porque  no pudo trabajar. Paraguay, con el régimen de Stroessner, era un destino acogedor para los apropiadores de bebés: los mellizos jugaban con Pablo Casariego Tato, entonces apropiado por el médico de Campo de Mayo Norberto Bianco, y conocieron a Natalia Suárez Nelson, apropiada por el cantante de tangos Omar Alonso. También recuerdan a Juan Cabandié, apropiado por Luis Falco. Allí les inventaron una historia a los chicos.
- ¿Qué les habían dicho?
- Qué un superior de Miara, el comisario Fioravanti, nos había encontrado huérfanos y nos había entregado al matrimonio. Como Fioravanti estaba muerto no podía corroborar esta información. Al principio le creímos, aunque con el tiempo nos dimos cuenta de que escondía algo.

Tuvieron que esperar muchos años para conocer la verdad. Era un enigma sin respuesta en el expediente, cómo habían llegado a las manos de un policía federal habiendo nacido en un centro comandado por el Ejército. En 2012, fueron identificados los restos de Juan Enrique Reggiardo, su padre biológico, en el Pozo de Arana. Sólo había quedado una mano porque carbonizaron el cuerpo. Fue un gran shock para los mellizos. “La prueba final de que los habían matado”, dijeron ayer.
“Quise saber más sobre el origen de mi viejo”, detalló Gonzalo. Fue al juzgado federal de La Plata. Una secretaria, Ana Cotter, le preguntó quién era su padrino de bautismo: los apropiadores solían honrar con ese título como agradecimiento a los que entregaban niños como botín de guerra. “Ricardo Fernández”, contestó Gonzalo. Las empleadas judiciales saltaron de la silla. Le trajeron el legajo de Ricardo Armando Fernández, hombre del Destacamento 101, la estructura de inteligencia del Ejército que conducía La Cacha. Sí: era su padrino. El vínculo estaba resuelto.
En 1993, cuando el juez Jorge Ballesteros ordenó que se les entregara el nuevo DNI, los acompañó al registro de las Personas. Los atendió el director en persona. Era Ricardo Fernández.

Gonzalo declaró cerca de las siete de la tarde. Después de las respuestas de rigor, juró con la mano en alto, por los Santos Evangelios, decir la verdad. El cuestionario de la querella de Abuelas de Plaza de Mayo fue calcado al de su hermano.
- ¿Dónde fue tu nacimiento?
- Se supone que se produjo en el Hospital de la Unidad Carcelaria de Mujeres, adentro del predio de la cárcel de Olmos.
María Rosa Tolosa, Machocha, estaba secuestrada en La Cacha cuando su embarazo llegó a término. Patricia Pérez Catán, estudiante de medicina y compañera de cautiverio, estaba a su lado cuando empezó el trabajo de parto. Después de gritar, ella y sus compañeras, un guardia les dio un reloj para calcular el intervalo entre una contracción y la siguiente. Pérez Catán recordaría mucho después, en los estrados judiciales, que cuando se la llevaron a dar a luz Machocha tenía las rodillas especialmente lastimadas: el embarazo había sensibilizado a los torturadores, que focalizaban el paso de la corriente en sus piernas. Nadie volvió a verla después de ese día.
- ¿Y qué pasó en los momentos posteriores al parto?- le preguntaron el viernes a Gonzalo en el estrado.
- Lo que se puede saber, y creo que están de testigos en este juicio los médicos que asistieron a mi nacimiento, es que las secuestradas eran llevadas a parir a este hospital, pero se requería que no haya un registro formal de la situación. Yo pude pasar unas pocas horas con mi madre, y mi padre supo de mi nacimiento por personal del centro clandestino.
- ¿Supiste quién le comentó a tu padre de tu nacimiento?
- No recuerdo quién.
La escena que ellos no podían recordar la relataron al menos tres sobrevivientes de La Cacha durante la instrucción de la causa. Quién bajó al sótano donde los tenían cautivos, a avisarle a Juan Enrique Reggiardo que había sido padre de mellizos, fue un guardia joven, rubio y percherón, que en el socavón se hacía llamar “Pablo”. Es el apodo con el que hoy llega a juicio uno de los imputados: Claudio Raúl Grande.

Después de una ardua batalla judicial y mediática –que incluyó una carnicería mediática de periodistas como Mariano Grondona y Chiche Gelblung-, a fines de 1993 los mellizos fueron restituidos a su familia biológica. Su tío Eduardo había contado un rato antes que durante esos meses, los Miara nunca dejaron de rondar: le encontraban a los jóvenes grabadores sofisticados en dónde Miara aparecía sugiriéndoles que les pegaran, que como eran menores no podían hacerles nada. La presión fue tal que su tío renunció a la guarda a mediados de 1994.
- ¿Cómo fue la relación con tu tío Eduardo?- preguntaron ayer los abogados.
-Desde 1994 se produjo un alejamiento con mi tío. Me costó trece años de mi vida caer en la cuenta el vacío en el alma que significa la no búsqueda de los orígenes propios. La vida en matrimonio de quien era en ese momento mi pareja me llamó a reflexión. Al ver casos de otros hijos de desaparecidos en los medios, llegó un momento en que me dije: si ellos pueden acercarse a su familia, recuperar sus orígenes, por qué yo no.
La sala estalló en aplausos. Ayer, Matías y Gonzalo Reggiardo Tolosa cerraron una etapa vital.

viernes, 21 de febrero de 2014

7° audiencia

En la audiencia del viernes 21 de febrero de 2014 se escucharon cinco declaraciones. En esta jornada las distintas defensas plantearon sus objeciones sobre la televisación en directo de las audiencias.

La primera en declarar fue Adelina Ethel Dematti de Alaye, madre de Carlos Esteban Alaye.
Se refirió a la serie de secuestros de personas allegadas que precedieron al de su hijo. Según declaró, pudo saber que el 5 de mayo de 1977 Carlos había salido a encontrarse con una compañera de militancia, Anahí, María Elvira Luis. Ese día fue secuestrado en Ensenada. Al día siguiente personal de la Marina ocupó la casa de Carlos durante una semana y luego la saqueó, destruyendo todo lo que no pudieron llevarse. Adelina guarda fotos de aquel momento.
Relató paso a paso la información que fue obteniendo sobre lo sucedido con Carlos. En 1979 consiguió algunos datos a partir del informe que hizo Clamor con el testimonio de personas liberadas de La Cacha. Al menos dos sabían que su hijo había estado allí. En 1982 se entrevistó con María Elvira Luis; en 1984 un testigo del operativo le contó que Carlos fue interceptado en la calle, le dispararon y luego se lo llevaron en un camioneta, malherido y atado de pies y manos.
También reseñó el incansable tránsito por los pasillos de los juzgados, tratando de que el poder judicial averiguara lo sucedido con su hijo y castigara a los responsables, y la ardua búsqueda de años de investigación sobre las irregularidades de los certificados de defunción.
En esa indagación Adelina no sólo descubrió a quienes hicieron posible una de las modalidades de desaparición de las personas asesinadas; también permitió que otros familiares pudieran identificar a sus seres queridos desaparecidos.
En todos estos años llevó adelante un atento estudio sobre los certificados de defunción y otras actuaciones relacionadas que le permitieron descubrir el circuito que se había establecido en La Plata para enterrar como N.N. a los secuestrados asesinados, de modo que sus familias no pudieran encontrar sus restos.
La acusación que realizó involucra a los médicos de la morgue policial de La Plata y otros funcionarios y se encuentra totalmente fundamentada en la documentación que logró recopilar a lo largo de años, como demostró ante el Tribunal exhibiendo en una pantalla algunos ejemplos. Entre otras cosas denunció la eliminación u ocultamiento de libros de partes médicos del período 1976-1980; el responsable, Néstor De Tomas.
Hay que recordar que estos datos no son nuevos; Adelina ya hace años expuso extensamente sobre el tema en el Juicio por la Verdad de La Plata.

A continuación declaró Eduardo José Tolosa, hermano de María Rosa Tolosa.
Relató cómo la persecución política arrasó su familia. Su hermano, Claudio Esteban Tolosa, El Cuervo, fue asesinado el 20 de diciembre de 1976. Cuatro días después entregaron sus restos a la familia.
Por su parte, su hermana María Rosa, después del asesinato de Claudio, dejó de trabajar en el Banco Provincia y se fue de La Plata con su marido, Juan Enrique Reggiardo. Ambos estudiaban Arquitectura en la Universidad Nacional de La Plata.
Recordó que en la primera semana de febrero de 1977 se encontró por última vez con ella. Almorzaron juntos después de que María Rosa asistiera al médico para realizar los controles de rigor por su embarazo. Después de este encuentro perdieron todo contacto.
Poco tiempo después la familia Reggiardo se comunicó con ellos para contarles que la madre de Juan Enrique, Antonia Oldani de Reggiardo, había sido secuestrada. Supo que poco después tanto él como María Rosa fueron secuestrados en lugares distintos.
En mayo de 1977 recibieron un llamado que indicaba que su hermana estaba secuestrada en un lugar cercano en La Plata. Su padre se entrevistó con Monseñor Graselli, quien poco tiempo después le dijo que el Ejército la tenía en su poder y que se encontraba bien.
Una prima, Verónica Tolosa, casada con el oficial del Ejército Ricardo Romano, consiguió información más concreta. Romano era cordobés y había sido trasladado al Batallón 601. En una comunicación telefónica con una tía, Verónica confirmó que María Rosa había dado a luz. Sin embargo, cuando intentaron recabar más información con Romano, este se negó a hablar de ello.
Se refirió también a la información que obtuvieron de parte de personas liberadas de La Cacha. Supo que su hermana era torturada en las piernas por su embarazo. A través de las declaraciones publicadas por Clamor supieron que permaneció allí; Patricia Pérez Catán estuvo con ella momentos antes de dar a luz.
Eduardo contó también sobre la búsqueda de sus sobrinos y el proceso de restitución una vez encontrados. Además de las gestiones de la familia, también Abuelas de Plaza de Mayo se ocupaba de averiguar qué había sucedido con los hijos de María Rosa.
Abuelas de Plaza de Mayo había recibido denuncias sobre dos niños que se encontraban en poder de un comisario de la Policía Federal y su esposa, Samuel Miara y Beatriz Castillo. Se tenía la sospecha de que los niños podían ser los hijos de Adalberto Rosetti y Liliana Ross. Una vez iniciada una causa judicial para averiguar el origen de los niños, Miara y Castillo se fugaron a Paraguay con ellos. Después de mucho tiempo y gestiones, se logró su extradición y, una vez en Argentina, se realizaron los análisis inmunogenéticos correspondientes para confirmar el vínculo de los niños con aquellas familias. Pero el resultado fue negativo. Meses después se confirmó que eran los hijos de Juan Enrique y María Rosa.
A partir de entonces comenzó una nueva etapa. Eduardo recordó el primer encuentro con sus sobrinos en el año 1993 en Tribunales. En esa oportunidad llevó una foto de María Rosa para que los niños, ya adolescentes, pudieran ver por primera vez el rostro de su madre.
De esa etapa de larga pelea judicial por recuperar a sus sobrinos, Eduardo recordó a quienes defendieron a Miara en su lucha por evitar la restitución: Edgardo Frola y Jaime Lamont Smart, otro imputado en esta causa.
Después de que el juez Ballesteros decidiera otorgarle la tutela de sus sobrinos, ambos vivieron con él y su familia en La Plata. Recordó que vivieron una situación de hostigamiento por parte del matrimonio Miara-Castillo, que revivía permanentemente sus vínculos con Gonzalo y Matías. Destacó que, a pesar de esta situación, se sintió sorprendido por cómo lograron aceptar la pertenencia a la familia.
Sobre el nacimiento de sus sobrinos, sabe que sucedió a fines de abril y no en la fecha que figuraba en sus falsas inscripciones. Recién hace poco tiempo tanto él como Gonzalo y Matías obtuvieron un nuevo dato sobre la forma en que llegaron a estar en poder de Miara y Castillo: a través del padrino de los niños, Ricardo Armando Fernández, personal de inteligencia del Ejército imputado en esta causa.
Eduardo también hizo referencia al encuentro de los restos de Juan Enrique Reggiardo y Antonia Oldani de Reggiardo. Sólo falta encontrar los de María Rosa, que permanece desaparecida.

En tercer lugar declaró Matías Ángel Reggiardo Tolosa, hijo de María Rosa Tolosa y Juan Enrique Reggiardo.
En su declaración se refirió a lo que pudo averiguar sobre lo sucedido con sus padres, a su nacimiento, su apropiación y restitución.
Supo que Juan y María Rosa fueron secuestrados y torturados en La Cacha. El secuestro de su madre habría tenido lugar en algún sitio del Partido de Lanús y el de su padre en la imprenta en la que trabajaba; su abuela paterna fue secuestrada del negocio familiar.
Refirió que su nacimiento tuvo lugar en la Cárcel de Olmos y algunos detalles de lo que vivió su madre secuestrada antes de dar a luz los conoció a través de Patricia Pérez Catán. Supone que nació el 27 de abril de 1977 según los datos que surgen del libro de enfermería de la cárcel, pero es una incógnita que aún no pudo aclarar.
Indicó que recién en el año 1992 supo quiénes eran sus padres, cuando hubo un resultado para el análisis inmunogenético que se les había realizado a él y a su hermano.
También hizo referencia a la fuga de Samuel Miara y Beatriz Castillo, cómo los llevaron a Paraguay para evadir la justicia. Recordó que allí Miara se relacionaba con otros apropiadores, Norberto Atilio Bianco, Luis Antonio Falco y Omar Alonso.
Contó que en aquel entonces les dijeron que no eran sus hijos, ocultando gran parte de la verdad, ya que les aseguraron que José Fioravanti –antes superior de Miara en la Policía Federal- se los había entregado siendo ellos huérfanos.
Matías indicó que siempre creyó esa historia falsa y recién en 2012 pudo obtener algún dato cierto sobre su llegada al matrimonio Miara-Castillo, una vez que fueron identificados los restos de su padre. En el juzgado a cargo le indicaron que es un hecho repetido en los casos de apropiación que la persona que entregó a un niño o niña sea nombrado padrino de bautismo. Recordó entonces que Ricardo Armando Fernández, imputado en esta causa, fue su padrino; frecuentaba la casa y además de reuniones familiares compartió con él unas vacaciones en enero de 1984. Señaló además que Miara lo acusaba de no haberlo protegido lo suficiente. Matías lo reconoció en las fotos que le fueron exhibidas en la audiencia.
En cuanto a su restitución, recordó que a fines de 1993 fueron a vivir con su tío Eduardo Tolosa, después de haber permanecido un tiempo con una familia de guarda. Ya en mayo de aquel año habían obtenido la documentación con los datos filiatorios verdaderos. Recordó que quien ahora sabe que participó en su apropiación fue quien le entregó sus documentos, pues Ricardo Armando Fernández era en esa época el responsable del Registro Nacional de las Personas.
En cuanto al proceso de restitución, indicó que le llevó años reconciliarse con su historia. La relación con sus apropiadores se enfrió y poco a poco, en años recientes, pudo paulatinamente tener una relación fluida con su familia y reencontrarse con su identidad.

En cuarto lugar declaró Gonzalo Javier Reggiardo Tolosa, hijo de María Rosa Tolosa y Juan Enrique Reggiardo.
Se refirió, como su hermano, a lo que pudo conocer sobre el secuestro de sus padres, su militancia, su nacimiento. Rememoró también la versión que el matrimonio Miara-Castillo le contó sobre cómo él y su hermano llegaron a su poder y recordó que fueron juzgados por inscribirlos falsamente como sus hijos.
También hizo referencia a la relación existente entre Ricardo Armando Fernández y Samuel Miara y el vínculo de aquel con su entrega. Luego lo reconoció en las fotos que le fueron exhibidas. Aportó además su certificado de bautismo y aclaró que el acta original de la Parroquia San Roque cuenta con una corrección informal, ya que tacharon los datos filiatorios falsos con los que había sido bautizado y los reemplazaron con los verdaderos después de verificar los mismos con la sentencia correspondiente.
Recordó también los contactos de Miara en Paraguay con otros apropiadores y la relación con otros niños apropiados. En cuanto al proceso de restitución, señaló que fue algo traumático en medio de la adolescencia y que sentía apego hacía quienes lo habían criado. Se refirió además a la guarda transitoria que tuvo una familia, antes de que le fuera otorgada la misma a su tío Eduardo Tolosa. Comentó que su tío Eduardo se ocupó de conseguir un hogar acorde para continuar con su crianza en aquellos años pero, indicó que entonces sentía un gran descontento porque quería ver a Miara y Castillo y por ese motivo recurrieron a los medios para ser escuchados.
Hay que recordar que en este juicio no se sancionará a nadie por su responsabilidad en la apropiación de los mellizos Reggiardo Tolosa. Alejandro Agustín Arias Duval, Jefe del Destacamento 101 de Inteligencia del Ejército, era el único imputado por la sustracción de Gonzalo y Matías. El militar falleció el 25 de febrero de 2012, por lo que éste y otros crímenes cometidos por él quedarán impunes.
Por su parte, Ricardo Armando Fernández, Jefe del Grupo de Actividades Especiales del Destacamento 101 de Inteligencia del Ejército, no fue procesado por su vínculo con la apropiación de los hijos de Juan Enrique y María Rosa. En este juicio sólo se le imputa la privación ilegal de la libertad y la aplicación de tormentos en 127 casos como coautor mediato.

Finalmente, se escuchó la declaración de Hugo Alejandro Chávez, quien refirió lo que supo sobre la vinculación entre La Cacha y el Regimiento 7.
Mientras cumplía el servicio militar obligatorio escuchó a un soldado viejo hablar de La Cacha. Se solía comentar que si no hacían las cosas bien, serían enviados allí, lo que era interpretado como una amenaza de muerte.
Indicó que el taller de electrónica del Regimiento se ubicaba en la cuadra, sobre la Calle 53. Este se encontraba separado por un pasillo del Comando de Operaciones Tácticas, COT, en donde vio y escuchó cosas que no entendía en aquel momento. Sirvió allí entre 1977 y comienzos de 1978, antes del mundial de fútbol.
Se refirió a una pizarra con datos sobre raciones de comida, con muchos nombres, que supone serían nombres o alias de personas secuestradas. Indicó que es probable que el regimiento haya abastecido a dos lugares clandestinos distintos, uno denominado La Cueva y La Cacha. Creyó entender que eran distintos lugares por actitudes de los suboficiales, aunque no tiene la certeza de que sea así. Recordó además que un Suboficial de apellido Medina mencionó que llevaba jabón a las guerrilleras de La Cueva; un tal Brobarone habría ido con dos soldados de confianza a La Cacha.


jueves, 20 de febrero de 2014

Mañana declaran dos nietos restituidos en el juicio por los crímenes del CCD La Cacha

Abuelas de Plaza de Mayo informa que mañana, viernes 21 de febrero, declararán los mellizos Gonzalo y Matías Reggiardo Tolosa en las audiencias por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el Centro Clandestino de Detención La Cacha durante el año 1977, que alcanza a 135 víctimas, entre ellas siete embarazadas.
Las audiencias ante el TOF Número 1 de La Plata comenzarán a las 10, con la declaración de Adelina Alaye, integrante de Madres de Plaza de Mayo - Línea Fundadora, y, luego, Eduardo Tolosa, tío de Gonzalo y Matías. Se prevé que los nietos restituidos den su testimonio a partir de las 12.

El caso
Gonzalo y Matías son hijos de María Rosa Tolosa y Enrique Reggiardo, militantes de la organización Montoneros que permanecen desaparecidos.
El 8 de febrero de 1977, la joven, embarazada de seis meses y medio, fue secuestrada en la localidad bonaerense de Florencio Varela. Al día siguiente, fue secuestrado Enrique en su lugar de trabajo, en Lanús.
La pareja fue vista en el CCD “La Cacha”. Posiblemente también hayan pasado por el CCD “Pozo de Arana”. El 16 de mayo de 1977, María Rosa fue trasladada a la Cárcel de Olmos, donde dio a luz dos varones. Por denuncias de familiares de otra detenida, Abuelas de Plaza de Mayo comenzó a investigar la posibilidad de que los mellizos inscriptos como hijos propios por el subcomisario Samuel Miara fueran los hijos de este matrimonio.
En 1986, un juez ordenó realizar los análisis para determinar su identidad, pero Miara y su esposa se fugaron con los niños a Paraguay. La pericia en el Banco Nacional de Datos Genéticos se realizó recién en octubre de 1989, cuando se consiguió la extradición. Así, se confirmó que los mellizos eran hijos de María Rosa y Enrique. En 1993, se les restituyó su verdadera identidad. Por entonces, el caso generó una violenta campaña mediática que intentó instalar la idea de que la restitución de identidad implicaba revictimizar a los niños. Las Abuelas debieron explicar que la identidad es un derecho irrenunciable y que la apropiación es un delito imprescriptible.

El juicio
Este proceso contempla tres causas con 21 imputados. Entre los casos que se juzgan se incluyen los de las embarazadas desaparecidas Graciela Quesada, Laura Carlotto, Olga Casado, María Elena Corvalán, María Rosa Tolosa de Reggiardo y Cristina Lucía Marrocco de Picardi. También, los casos de la embarazada liberada Elsa Mattía y de Ana María Caracoche, madre de los nietos restituidos Felipe y María Eugenia Gatica Caracoche.
Las audiencias se desarrollan los miércoles y viernes en la sala de la ex Amia (Calle 4, entre 51 y 53, La Plata).
Para esta audiencia y las sucesivas, Abuelas solicitó al Tribunal que se permita la transmisión del juicio por medio del portal del Centro de Información Judicial de la Corte Suprema de Justicia.
Esperamos contar con su presencia y con la difusión de esta gacetilla para alcanzar justicia para nuestros hijos e hijas desaparecidas y nuestros nietos y nietas apropiados.

Ciudad de Buenos Aires, 20 de febrero de 2014.


 

miércoles, 19 de febrero de 2014

6° audiencia

En la audiencia del miércoles 19 de febrero de 2014 se escucharon tres declaraciones.
En primer lugar declaró Perla Amelia Diez, presa política durante la dictadura, casada con Jorge Horacio Moura.
Relató que el 27 de febrero de 1975 fue detenida en Mar del Plata con otros compañeros. Fue llevada a la Comisaría 4ta y torturada en un chalet en la localidad de Camet. De allí la trasladaron a la Cárcel de Dolores, la Cárcel de Olmos y finalmente a la Cárcel de Devoto. Perla militaba en el PRT.
Mientras estaba detenida en Devoto, supo que el 8 de marzo de 1977 habían secuestrado en dos operativos distintos a Jorge, su marido, y a su hermana Diana Carmen Diez y su cuñado, Luis Alberto Rentani.
Por la mañana, en City Bell, una cuadrilla de hombres rodearon la casa; allí estaban sus dos pequeñas hijas Clarisa y Lucía, sus suegros, Marcelo y Julio –hermanos de Jorge- y Bernarda Luna. Hombres identificados como miembros del Ejército ingresaron en su casa y mantuvieron secuestrada a la familia durante varias horas, aguardando la llegada de Jorge del trabajo. Jorge era camionero y al regresar a media tarde, fue secuestrado.
Al mismo tiempo, en La Plata, otro operativo se desarrollaba en la casa de su madre; allí vivían también su abuela, una hermana y su marido. Pensaban llevar secuestrada a la madre de Perla en caso de no encontrar a Jorge.
Ese mismo día en Tolosa, más temprano, hombres que se identificaron como miembros del Ejército secuestraron a su hermana Diana, militante de la Juventud Guevarista, y el marido, Luis Alberto. En aquel momento estaban con los padres de Luis y el pequeño hijo de ambos, Pablo Nicolás.
Supo que días después uno de los hombres que había participado en el operativo se presentó en la casa con una nota dirigida a la madre de Jorge; podrían encontrarse con él. Unos veinte días después del secuestro, Jorge se encontró con su madre y sus dos hijas en la zona del Parque Pereyra Iraola; fue llevado en una camioneta con mucha gente y llegó a decirle a su madre que se encontraba “en un pozo”. En esa oportunidad se despidió de las niñas.
Perla contó que durante muchos años no supo adónde había sido llevado su marido. Hace poco tiempo tomó conocimiento de que integraba la lista de personas secuestradas vistas en La Cacha. Se entrevistó entonces con Oscar Horacio Molino, quien permaneció cerca de Jorge durante su secuestro. Oscar le confirmó que se trataba de él: sabía que había sido seguidor de Silo -Mario Luis Rodríguez Cobos-, que había estado en el monte tucumano, que había participado en el ataque al batallón de Monte Chingolo. También confirmó que los militares estaban al tanto de las actividades políticas de Jorge y que él creía que no saldría con vida.
Otro dato que logró recabar sobre lo que habría sucedido con Jorge es que posiblemente habría sido llevado a Campo de Mayo. Supo que a Jorge lo trasladaron el 24 de marzo de 1977, fecha que coincide con la del encuentro con su madre e hijas. Por otra parte, Juan Carlos Scarpati, quien estuvo secuestrado en Campo de Mayo, creyó reconocer a Jorge en el CCD El Campito hasta septiembre de 1977; decían que en aquel lugar se encontraba la última conducción del PRT, cuyos miembros habían sido secuestrados en mayo de 1977.
En cuanto a su detención, Perla relató que permaneció en la Cárcel de Olmos entre mediados de 1975 y septiembre de 1976. Al momento de ser secuestrada, no sabía aun que estaba embarazada. Indicó que dentro de la cárcel circulaban comentarios sobre la existencia de otras detenidas, que permanecían en algún lugar inaccesible.
En la madrugada del 9 de noviembre de 1975 dio a luz a una niña a la que llamó Lucía. El parto tuvo lugar en el quirófano de la cárcel, en condiciones escandalosas: falta de limpieza, carencia de instrumentos quirúrgicos, nula asistencia médica. Afortunadamente contó con la ayuda de las otras mujeres detenidas. Como responsable del cuerpo médico del lugar recordó a Rodolfo Leone, quien sólo se ocupó de amenazarla durante el parto. Indicó además que el maltrato de Leone era generalizado con todas las mujeres embarazadas. Otro médico que pudo individualizar fue Roberto Grignoli.
Jorge continúa desaparecido y Perla nunca supo adónde fueron llevados su hermana Diana y su cuñado ni lo que sucedió con ellos.

En segundo lugar declaró Mariano Gastón Contardi, hijo de Rubén Oscar Contardi y María Cristina Temperoni, quien se refirió a los secuestros de toda una familia.
El primero de ellos fue el de su padre, según cree, en la calle. Poco después, el 16 de marzo de 1977 por la noche, secuestraron de su casa a su madre, María Cristina Temperoni, y una prima de su padre, Inés Alicia Ordoqui. Él y su hermana se encontraban durmiendo. Después del operativo, fueron dejados con una vecina. Luego su abuelo materno, Alfredo Temperoni, los llevó a su casa. Mariano tenía entonces 6 años y recordó que al día siguiente su abuelo fue secuestrado.
Alfredo había sido chofer de María Mercedes Hourquebie de Francese, la esposa de Antonio Bettini, quien fue secuestrado también al tratar de obtener información sobre el paradero de Alfredo.
Mariano relató que una semana más tarde su madre, su abuelo e Inés Ordoqui aparecieron. Muchos años más tarde María Cristina le contó que había estado secuestrada con su padre, con quien había podido contactarse brevemente.
Finalmente, evocó otro secuestro, el de María Mercedes Hourquebie. Meses después, al volver del colegio con su abuelo, vio que la anciana era secuestrada de su casa por dos hombres.

Finalmente, declaró Héctor Javier Quinterno, quien permaneció secuestrado en La Cacha durante 1977.
Se refirió a su militancia política, la persecución de la que fue objeto antes de ser secuestrado, las condiciones de vida que padecían en La Cacha y la crueldad de quienes actuaban allí.
Desde los 14 años militaba en la Juventud Radical y era crítico de la situación anterior y posterior al golpe. Sabía que las fuerzas de seguridad lo controlaban. Ya meses antes de su secuestro, en febrero de 1977, personal militar había realizado un operativo en su pueblo natal para detener al Ingeniero Volonté, director del diario El Argentino en el que él escribía y a él. Recordó que Volonté fue liberado de la comisaría gracias a la movilización del pueblo.
En el año 1977 vivía en el Centro de Estudiantes de Saladillo en La Plata; allí fueron a secuestrarlo el 2 de junio por la noche. Cuando regresaba de la casa de un compañero, fue abordado por hombres armados. Lo encapucharon y dentro del Centro de Estudiantes lo interrogaron a golpes. Tenía 19 años en aquella época.
Esposado y sin poder ver fue trasladado a La Cacha en un auto. Allí fue interrogado dos días después sobre su militancia y otros miembros de su organización. Otros secuestrados le indicaron lo que iría viviendo: cómo sería torturado, la forma de soportar el dolor, qué pasaría después de la tortura. Indicó que una de las personas que lo torturó posiblemente haya participado en su secuestro.
Gradualmente comenzó a entender el esquema operativo del lugar, las rutinas diarias y pocos días después fue interrogado bajo tortura nuevamente. Héctor puntualizó las consecuencias: el olor a quemado de sus pies, una severa lesión en la garganta que sólo pudo remediar 15 años más tarde. Un día entero tardó en recuperarse apenas un poco; no podía caminar y fue arrojado en un colchón, engrillado. También recordó el frío del invierno, más crudo todavía por el asma que aún hoy padece.
Evocó además el contacto que estableció con quienes se encontraban en su misma situación; podían conversar susurrando, intercambiar información, darse ánimo para sobrevivir. Se refirió también al sentimiento de indefensión que vivían allí; tenían la convicción de que la vida dependía de quienes manejaban el lugar o de decisiones que se tomaban en otro lado.
Entre otras características del lugar, señaló que La Cacha podía llegar a albergar entre 70 u 80 personas; recordó los ladridos de perro que eran permanentes, el paso de un tren con cierta regularidad. En una oportunidad recibieron mejor comida; se comentó entonces que había sido el aniversario del Regimiento 7mo.
Días después de ser torturado fue interrogado sobre sus ideas políticas en una casa rodante, adyacente al lugar en el que permanecía engrillado. Allí dialogó sobre cuestiones políticas con quienes identificó como El Ingeniero y Marina. Cree que estaban al tanto de lo que había dicho bajo tortura y que se trató de una conversación para evaluar sus ideas y convicciones.
Indicó además que existía un mecanismo de funcionamiento articulado entre los distintos campos de concentración, que permitía que la información obtenida en cada uno de ellos se compartiera con el resto; supo de secuestrados que provenían de otros lugares.
Entre las personas secuestradas mencionó a Samuel Leonardo Slutzky, Jorge Oscar Galmes, María Silvia Bucci, Patricia Nora Rolli, Raúl Guillermo Elizalde, Rodolfo Jorge Axat, Ana Inés Della Croce, Laura Susana Cédola, Liliana Pizá.
En cuanto a las embarazadas, se refirió extensamente a María Elena Isabel Corvalán. Supo que estaba con un embarazo avanzado, que los guardias le habían dicho que su marido había ofrecido mucha resistencia y que lo habían matado al intentar secuestrarlo. También percibió que podía desplazarse un poco por el pasillo.
Entre los guardias y torturadores mencionó a El Oso –de quien cree que participó en su secuestro-, El Misionero, El Potro, El Enfermero, Sabino, Roberto, Pituto, El Pelado, El Amarillo, Jota, El Pollo, Mr. X, Pablo, Tarzán, El Francés, El Gallego, Mostaza, Willy, El Loco, El Inglés, Sérpico o El Baboso.
Se refirió también a la organización de las guardias y las distintas fuerzas que pudo percibir en el lugar: Marina, Ejército, Servicio Penitenciario e Inteligencia del Ejército. Señaló que había un criterio antisemita y un ensañamiento con el esquema sexual de cada uno.
Después de permanecer más de un mes allí, le comunicaron que lo liberarían. Cree que era el 5 de julio. Lo llevaron al baño, lo dejaron cambiarse de ropa y, en ese momento, vio que la bolsa que había estado cubriendo su cabeza decía “posible baja”. Pensó que podía significar tanto su liberación como su muerte. Luego fue introducido en el baúl de un auto; otros dos secuestrados viajaron en el asiento trasero. Después de un tiempo el auto se detuvo, cree que alguien subió o bajó; a continuación el auto siguió andando de manera más violenta hasta que sintió un impacto, olor a quemado, humo. Después de forzar el baúl, lo sacaron. Estaban de regreso en La Cacha; le dijeron que habían tenido un accidente.

Tres días más tarde fue trasladado nuevamente en el baúl hasta un lugar que no puede precisar, descampado. Le dieron dinero y lo dejaron con las manos atadas, con la instrucción de liberarse pasada media hora. Héctor se desató, caminó hasta una calle asfaltada y tomó un taxi que lo dejó en el Centro de Estudiantes de Saladillo.

viernes, 14 de febrero de 2014

5° audiencia

En la audiencia del viernes 14 de febrero de 2014 se escucharon cinco declaraciones.

En primer lugar declaró Miguel Ángel Bellomo, quien se desempeñó en la Comisaría 8va de La Plata durante el año 1977. El testigo aportó datos sobre la vinculación de esta dependencia con el circuito clandestino y su relación con La Cacha.
Indicó que en aquella comisaría pudo ver detenidos por razones políticas y aclaró que los presos comunes eran llevados a una comisaría dependiente de ésta. Reconoció además que personas que habían estado secuestradas en La Cacha eran llevadas a la Comisaría 8va. Fue ayudante de guardia y como tal supo que existía un registro oficial en el libro de detenidos y otro registro paralelo.
En cuanto al personal que trasladaba a los secuestrados, indicó que se trataba de personal policial, militar, correccional, en general vestidos de civil. Señaló además que existía cierto vínculo con inteligencia del Ejército a través de un oficial, el Teniente Primero Del Río.
Agregó que su prima, secuestrada en otra provincia, aparecía registrada en aquella dependencia junto a Daniel Talerico y otras dos mujeres; todos habían estado en La Cacha.
Durante su declaración se intentó hacer un reconocimiento fotográfico que debió ser interrumpido para preservar la salud del testigo.

A continuación declaró María Laura Bretal, quien permaneció secuestrada en La Cacha en 1978.
María Laura militaba en el PCML y trabajaba en un colegio. Fue secuestrada en mayo de 1978 por personas de civil, disfrazadas, quienes la condujeron a La Cacha. En ese momento estaba embarazada.
Se refirió detalladamente a las características del lugar, la distribución de las habitaciones y los secuestrados ubicados en cada sector. Junto con Inés Paleo pudieron reconstruir el plano del lugar, demolido en 1982 por orden de Julio Barroso.
Indicó además que quienes la interrogaron en La Cacha tenían pleno acceso al archivo y fotos del personal docente de su escuela, ya que las mismas se encontraban en donde estaba secuestrada.
Entre los interrogadores y guardias recordó a Marpla, Tarzán, Pablo, Villa, Romo, Palito, Pájaro Loco, Sabino, Don Ricardo, Don Otto, Roberto, Eduardo, Kojac, Garrote, El Gordo Costa o Acosta, Gustavo, El Oso.
Entre las personas secuestradas mencionó a Inés Paleo, Laura Carlotto, Patricia Valera, Carlos Lahite, Raúl Bonafini, Alejandro Gutiérrez, Alcira Ríos, Luis Córdoba, Carlos Yunk, María Cristina García, Lucía Swica, Jorge Caravelos.
Indicó que las embarazadas permanecían en la zona de abajo. Entre las mujeres embarazadas recordó a Norma Aquín, a quien conoció en La Cacha como María. Supo más tarde que Norma fue liberada y tuvo a su hijo. También a Elisa Cayul, a quien conoció como Rosita, embarazada de 7 meses. Fue trasladada a punto de dar a luz entre el 18 y 19 de junio de 1978; Don Otto, del Ejército, les dijo más tarde que había dado a luz un varón.
También mencionó a Laura Carlotto, Rita. Tanto Elisa como Laura estaban allí desde fines de 1977. Supo que Laura había sido secuestrada con su pareja, a quien llamaba Chiquito. Debía tener su hijo para fines de junio de 1978. Villa, quien parecía pertenecer al Ejército, le había dicho que la someterían a un Consejo de Guerra y que sería trasladada a una granja de recuperación con su hijo o que se lo entregarían a su madre. María Laura pudo hablar con ella después del parto; fue llevada a un edificio, tuvo a su hijo, permaneció poco tiempo con él y fue llevada nuevamente a La Cacha. Eduardo había comprado el ajuar para el niño de color blanco; decía que su mujer lo había acompañado.
María Laura fue liberada el 22 de agosto, después de permanecer tres meses desaparecida. Los delitos cometidos en perjuicio de María Laura no son tratados en este juicio.

Luego declaró Ángel Mario Miretta, abogado en 1977 de María Mercedes Hourquebie de Francese.
Refirió que la nieta de María Mercedes, Marta Bettini, se encontraba exiliada en España. Para enviarle dinero, María Mercedes quería vender una propiedad que la familia poseía en Mar del Plata. Para esa operación era necesaria la firma de dos miembros de la sociedad Hourquebie Francese que figuraba como propietaria.
Fue así que María Mercedes pensaba suscribir la venta con su yerno, Armando Antonucci, quien además era su apoderado y administrador de sus campos, además de ejercer la vicepresidencia del Banco de Crédito Platense.
Entonces le pidió a Ángel que se contactara con Antonucci para realizar la operación. El testigo recordó que para ello fue un día de semana a verlo al banco y comunicarle lo que María Mercedes le había dicho. Antonucci se mostró de acuerdo.
Al día siguiente, para su sorpresa, se realizó una especie de allanamiento en su estudio jurídico. Las personas que se presentaron además lo buscaban a él. Ángel se encontraba almorzando y una vez que se enteró del operativo, regresó a su casa en Buenos Aires y poco después se exilió.
Más tarde se enteró de que el mismo día María Mercedes Hourquebie había sido secuestrada. También más adelante supo por medio del escribano Borrazás, allegado a la familia Bettini, que Antonucci habría efectuado una denuncia ante Camps, lo que habría desencadenado los secuestros.

En cuarto lugar, declaró Carlos María Roesler. Fue secuestrado el 24 de marzo de 1977 y llevado a La Cacha. Más tarde supo que su esposa, Viviana Rodríguez, y su hijo de 7 meses también habían sido llevados allí. Permaneció en el lugar encapuchado y esposado.
Recordó las características del lugar y la distribución de las personas secuestradas en el edificio. Mencionó una especie de inspección que realizaron personas vestidas con uniformes militares y de la Policía de la Provincia de Buenos Aires.
Entre las personas secuestradas mencionó a Oscar Molino, Héctor Irastorza, Daniel Crescimbeni, Jorge Galmes.
Entre los guardias mencionó a Ricardo, Pablo y un hombre que parecía conocerlo a él y a su esposa y con quien pudieron hablar.
Después de 8 o 9 días fue liberado.
Mucho tiempo después se encontró cara a cara con quien había hablado en La Cacha; se trataba de Roberto Armenault, un veterinario con quien había trabajado en un frigorífico.

La última declaración de la jornada fue la de Viviana Nilia Rodríguez, secuestrada el 24 de marzo de 1977; mucho tiempo después supo que fue llevada a La Cacha. Allí fue atada, separada de su hijo. En ese lugar le pidieron la dirección de algún familiar para entregar al niño.
Entre los guardias mencionó a Pablo, El Francés y una persona que la conocía. Fue interrogada y permaneció en el lugar más de una semana.
Una noche fue llevada en auto hasta la esquina de la casa de un tío; allí fue liberada con su marido. Entonces se reencontró con su hijo.
Viviana indicó que después de ser liberados un hombre joven, rubio, con un auto, permaneció vigilando la puerta de su casa durante un tiempo.
Los delitos cometidos en perjuicio de Carlos María, Viviana Nilia y su hijo Pablo no son tratados en este juicio.